"Las personas, no son ridiculas por lo que son, sino por lo que
quieren aparentar ser"
Último día de libertad, por así decirlo, último día de quedarme despierta lamentando mi asquerosa vida, último día de quedarme succionando el humo de los cigarrillos hasta que mis pulmones no puedan más. Realmente, no es un simple capricho, es algo mucho más que eso, yo prefiero llamarlo miedo, claro, eso solo sucede cuando la impotencia que tienes adentro tuyo es demasiado grande que no puedes controlarla, eso sucede cuando normalmente estas al borde de la depresión y no tienes a nadie ahí para ayudarte.
Sentí que golpeaban la puerta, no me quedó otra opcion que levantarme del sofá e ir a atender; abrí la puerta:
Era un hombre...
—Hola, usted es Emma Jones ¿cierto? — cuestionó.
—Si ¿que sucede?
—Tenemos un mensaje de su madre, se ruega que lo lea lo más antes posible
—¿Mi madre? pues, no me interesa saber nada de ella.
—Por favor señorita Jones, tan sólo abra la carta — me entregó la carta, saludo cordialmente y a los pocos segundos se retiró.
¿Mi madre? la falsedad, hipocresia y estúpidez son extremas en este mundo, esta comprobado.
Abrí la carta:
Emma, lamento tomarte por sorpresa en esta carta, pero creo que es tiempo que deberías saber algo, tu eres algo más que una simple chica, pronto sabrás a que me refiero mi amor, por lo tanto te pido que tengas cuidado por estos tiempos, te he inscribido un nuevo colegio llamado "Brain Middle School" no te preocupes por los uniformes, allí es ropa particular, alguien te enviará dinero todos los meses. Emma, debes saber que yo tal vez no vuelva, debes saber que tal vez esta sea la última vez que me dirija a ti cordialmente, amor. No es por nada personal entre tú y yo, es tan solo que debo cumplir una promesa, realmente te pido disculpas, no has tenido una vida normal en todos estos años y no has podido ser feliz como querías, realmente lo siento hija. Sólo debes recordar que tu eres alguien especial.
¡Adios!
Nunca en la vida, podré tener una relación normal con mi madre y creo que todos ustedes se han dado cuenta de eso. Prendí un cigarrillo, lo fume hasta que no quedo nada de él.
Mañana tengo que ir a un nuevo colegio que en mi vida he visto, realmente mi vida es demasiado patética...
Al día siguiente:
Era la hora de entrar a la escuela, lo único que me motivaba a seguir adelante, era que no necesitaba un incomodo y patético uniforme.
Me vestí así:
A mi no me gustaban seguir las tipicas e idiotas modas, yo tenía mi propia moda, con la cual me sentía a gusto. Bajé, no iba a desayunar, tan sólo decidí fumar otro cigarrillo, eso me llenaría lo suficiente.
Cerré la puerta de mi casa, iba caminando, mirando hacía el suelo, sintiendo como el viento golpeaba mis mejillas sin cesar, sentía el hermoso frío de la ciudad de London en todo mi cuerpo. Nada mejor que eso.
Llegué a la nueva escuela, entré por una de las puertas, para mi suerte, aún no habian entrado a clase.
Fui a la secretaría, tendría que saber en que salón estaría, aunque por mí, ya escaparía de este lugar, totalmente desconocido para mí.
—Disculpe, soy Emma Jones, estudiante nueva de aquí — dije secamente, mirando todo lo que había alrededor.
—Un gusto señorita Jones, bueno, le daré un mapa con sus nuevas clases ¿usted tiene dieciséis años?
—Así es — dije, nuevamente cortante.
—Bueno, aquí tiene sus horarios, sus profesores, y su salón, espero que le guste nuestro instituto — dijo ella con una gran sonrisa en su rostro.
Luego de que me dijera esas palabras simplemente salí, y fui en busca del salón, para mi sorpresa ya habían empezado las clases. Cuando entré al salón, todos concentraron su mirada en mi.
—Disculpe, según mis horarios, mi clase es aquí — dije lo más amable que pude
—Señorita Jones, busque su asiento, será un gusto tenerla en esta clase.
Busqué mi asiento, quería uno al final, sin compañía de absolutamente nadie. La profesora nos empezó a explicar, yo no prestaba atención en absoluto, ya que los primeros días de clase lo único que llegan a hablar son verdaderas estúpideces. En medio de la explicación, llego un chico a clase, al parecer tarde.
—Disculpe la tardanza, profesora Miller — dijo exaltado el misterioso chico.
—No te preocupes Taylor, pero que no se repita — contestó la profesora — ya no quedan asientos, sientate al lado de Emma — dijo la profesora apuntando hacia mí.
Él tan sólo me miro, sonrió, y se sentó a mi par. Taylor era de cabello castaño claro y ojos verdes. Realmente, no tenía ganas de compartir la clase con un idiota.
—Hola — me dijo.
—Hola — dije amablemente.


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